Desde que llegué a vivir a Coyhaique (Región de Aysén, Chile) estoy pintando pajaritos. Es increíble salir a dar una vuelta, rodear un lago, subir una pared y encontrarse con estos animalitos tan chistosos. Algunos vuelan majestuosamente y otros a penas pueden hacerlo, al revés, caminan con un aspecto torpe o van saltando a duras penas de rama en rama. Me he tocado encontrarme con algunos de unos colores brillantísimos, mientras que otros son tan opacos que cuesta verlos cuando están sobre una ramita de calafate con la pampa atrás. Estas particularidades, me permiten ir distinguiendo y nombrando a la cachaña, el cóndor, el hued hued, el yal negro, a los diferentes carpinteros, entre otros. Como decía Squella en un discurso muy bonito suyo que alguna vez leí en el Clinic o algo parecido. Es como cuando uno identifica diferentes especies de árboles, ya no nos referimos a un manchón verde, a un montón de árboles, sino que podemos nombrar a tal o cual, enriqueciendo nuestro lenguaje y así mismo, enriqueciendo el mundo externo.